martes, 4 de mayo de 2010
Luces de invierno en la ciudad.
Una fría noche de noviembre, caminaba Isabel a través del parque, fantaseando como siempre. Su imaginación desbordante le animaba a escribir cuentos todas las noches. Cuentos que guardaba en un cajón a la espera de ser escuchados por su futuro hijo, que nacería pronto. Desde muy pequeña le había sido fácil evadirse de la realidad y escapar a lugares fantásticos e insólitos donde alcanzaba plena armonía con la naturaleza que la rodeaba. Su mirada, después de sus años de evasión, se había tornado perdida, pero no carente de vida, y sus ojos brillaban siempre de manera casi imposible, como un reflejo verosímil de sus mundos creados. En ocasiones volvía a aquellos paisajes y seguía explorando más allá, hasta completar mapas enteros. Atravesaba bosques encantados, mares enfurecidos, selvas inhóspitas. Isabel soñaba despierta, porque Isabel no soñaba dormida. Cuando caía rendida en los brazos de la noche, lo único que Isabel veía en su mente eran luces borrosas que intentaban tornarse nítidas y completar una historia, pero su sueño se bloqueaba y no avanzaba nunca. Su madre decía que era porque ella nació en plena calle y cuando la vio por primera vez abrió mucho los ojos, antes de romper a llorar, rodeada de luces de invierno en la ciudad.
martes, 27 de octubre de 2009
Son las 2:27 y estoy dormida.
Historias muertas.
Lazos de oscuridad, sensaciones acusadas.
El equilibrio en su máximo exponente.
Humanamente necesario para el camino, pero inciertamente absurdo.
Somos guerreros en nuestro propio destino.
Las llamadas a deshora, madrugada.
Siempre traen buenos recuerdos, quizás nublados y obnubilados por sentimentalismos posteriores.
El paso del tiempo modifica nuestros sentidos y percepciones. Así nuestra forma de ver fantasmas del pasado cambia.
A pesar de todo, amo y acepto que vuelva el olor de mis vivencias. Prácticas técnicas de virtuosismo.
La veteranía se aprende a lo largo de la vida. Desde el comienzo. Ineptitud que evoluciona, supongo.
Son tan diferentes mis olores que a veces los confundo unos con otros. No sólo son olores amargos o dulces o salados.
No son sólo ácidos.
A veces la simple evocación, por muy poco que dure esa sensación, es volver.
El ser humano puede viajar en el tiempo. Con sólo la maquinaria interna y profunda de los sentidos y sonidos.
Podemos volar a cualquier momento.
Volver a casa.
Nos sobran fracciones de segundo.
jueves, 27 de agosto de 2009
Tardes de caminos.
Me gustaba sentir las piedras del camino bajo mis pies.
Y el olor del verde mojado con las lluvias del verano.
Compartir secretos con el silencio agitado.
Beber de sus manantiales herrumbrosos y de dulce sabor.
Me gustaba soñar con su magia.
Y el despertar del sendero.
Escuchar atenta el dolor de su recuerdo.
Descubrir su leyenda inventada.
Un Paseo
Te despiertas después de una corta siesta. La tarde está en su apogeo y las luces del otoño pronto empezarán a desvanecerse dejando paso a la noche. El brillo del sol hace que a través de la ventana de tu habitación todo se vuelva oro. Las hojas del único árbol que se ve hasta donde alcanza la vista parecen piedras preciosas y brillan con intenso fulgor. El trigo baila al son del viento, con su sensual movimiento. Recuerdas las curvas de mujer, su perfume dulce, sensual y embriagador. Decides salir. Tu abrigo gris espera en la entrada junto al sombrero de ala corta . Coges ambos y te diriges hacia la puerta. Tomas el angosto sendero que repta entre los campos dorados, sendero que te aísla del mundo pero que tarde o temprano te devuelve a él después de atravesar campos y campos solitarios. No te vas sin tu antiguo libro. Aquel que te regaló tu padre. Un libro de poemas de Garcilaso que siempre lees al acabar el verano y comenzar la estación mágica, cuando todo muere para más tarde volver a la vida.
Caminas con tu gabardina que ondea tras de ti con una melodía infinita. El sol pronto comenzará su agonía hacia el ocaso y su luz resplandece como un grito ahogado. El grito en el cielo. No te importa, quieres aprovechar los últimos rayos que Lorenzo te brinda como una mano amiga.
Llegas a la altura del árbol, que es fuerte y frondoso, y te sientas bajo sus ramas, grises, como si quisiera demostrar con ello su vejez y su experiencia. “¿Cuántos otoños habrá visto?”, te preguntas a la par que abres el libro, de tapas duras y granates y páginas amarillentas. “Quizás tengan los mismos años”, piensas, “y quizás sus páginas procedan de algún árbol como éste”. Reflexionas un momento, observando un antiguo tocón, pensando que algún día el libro será olvidado en algún lugar y entonces vuelva a la tierra, su lugar de origen. Al igual que todo lo que te rodea volverá algún día a ser parte de la madre Naturaleza. Abres el libro y comienzas a leer…mientras muere la tarde.
martes, 18 de agosto de 2009
Breve historia sobre la amistad.
Cuando abrió la puerta sus ojos creyeron ver un espejismo. Hacía años que había decidido no soñar con ese momento. Pero allí estaba ella. Aunque por su piel había pasado el imperdonable paso de la existencia, en sus ojos aún se reflejaba la chispa de antaño, la mirada de aquella pequeña revoltosa e inquieta. En su menteresonaron las últimas palabras pronunciadas por aquella niña ya adolescente:
“Por mucho que pase el tiempo, nuestras almas estarán unidas. Por muy lejos que estemos, miraremos el mismo cielo. Por muchas estaciones que se marchiten, siempre durará nuestra amistad.”
Cecilia había vuelto, con el rostro surcado de arrugas y elcabello plateado; pero era ella después de todo.
-Te he buscado durante años- dijo con su melódica voz, algo áspera por el paso del tiempo.- He de decir que no me ha sido nada fácil encontrarte,como si quisieras que nadie llegara hasta aquí.
Silencio.
-Quizás porque hace tiempo perdí el contacto con el mundo. Después de tu marcha no quise volver a perder a nadie más.
-Sé que fue duro, no tenía más que ponerme en tu lugar. Si hubieses sido tú quien se hubiera ido, seguramente hubiera pasado por lo mismo. Pero no te merecías esto. Tenías que vivir tu vida, hacer nuevas amistades,enamorarte, tener hijos, ir a fiestas…
-Bueno, he tenido varios perros, ¡ah! Y amantes ocasionales.
-Vamos, no me vengas con esas, todos necesitamos calor humano, pero algo más profundo.- respondió Cecilia.
Rostro ensombrecido.
-Eras mi vida, y te fuiste demasiado lejos. Si al menos hubiera podido hablar contigo en alguna ocasión quizás las cosas hubieran sidode otro modo.
-Pues ahora estoy aquí, pero te has perdido demasiadas cosas que no podrás recuperar a estas alturas. –reprendió ella con un brillo extrañoen la mirada.
- No me importa Cecilia, como tú has dicho ahora estás aquí,pero ni siquiera puedo abrazarte.
-Oh! Claro que puedes, he venido a por ti.
-¿Quieres decir…?
-Sí, me han mandado a buscarte, por eso te he encontrado.
-Dime, ¿por qué han pasado los años por ti?
-Al lugar al que vamos los años pasan igual, hasta que undía de repente vuelves a nacer, es un ciclo que se repite ¿sabes? Volveremos a encontrarnos pero en otro lugar y otra apariencia. Aunque claro está, no recordaremos nada de esto. – contestó Cecilia.
Violeta, en un impulso, abrazó a su antigua compañera. No podía creer que aquello estuviera pasando. Aquello que su corazón había deseado tan fervientemente, pero que nunca tuvo el valor de hacer por aquello del pecado y el castigo de Dios. El miedo de no volver a verla nunca jamás.
Cecilia cogió su mano y juntas caminaron hacia el ocaso del sol en aquella tarde de verano.