jueves, 27 de agosto de 2009

Tardes de caminos.


Me gustaba sentir las piedras del camino bajo mis pies.

Y el olor del verde mojado con las lluvias del verano.

Compartir secretos con el silencio agitado.

Beber de sus manantiales herrumbrosos y de dulce sabor.

Me gustaba soñar con su magia.

Y el despertar del sendero.

Escuchar atenta el dolor de su recuerdo.

Descubrir su leyenda inventada.

Un Paseo


Te despiertas después de una corta siesta. La tarde está en su apogeo y las luces del otoño pronto empezarán a desvanecerse dejando paso a la noche. El brillo del sol hace que a través de la ventana de tu habitación todo se vuelva oro. Las hojas del único árbol que se ve hasta donde alcanza la vista parecen piedras preciosas y brillan con intenso fulgor. El trigo baila al son del viento, con su sensual movimiento. Recuerdas las curvas de mujer, su perfume dulce, sensual y embriagador. Decides salir. Tu abrigo gris espera en la entrada junto al sombrero de ala corta . Coges ambos y te diriges hacia la puerta. Tomas el angosto sendero que repta entre los campos dorados, sendero que te aísla del mundo pero que tarde o temprano te devuelve a él después de atravesar campos y campos solitarios. No te vas sin tu antiguo libro. Aquel que te regaló tu padre. Un libro de poemas de Garcilaso que siempre lees al acabar el verano y comenzar la estación mágica, cuando todo muere para más tarde volver a la vida.

Caminas con tu gabardina que ondea tras de ti con una melodía infinita. El sol pronto comenzará su agonía hacia el ocaso y su luz resplandece como un grito ahogado. El grito en el cielo. No te importa, quieres aprovechar los últimos rayos que Lorenzo te brinda como una mano amiga.

Llegas a la altura del árbol, que es fuerte y frondoso, y te sientas bajo sus ramas, grises, como si quisiera demostrar con ello su vejez y su experiencia. “¿Cuántos otoños habrá visto?”, te preguntas a la par que abres el libro, de tapas duras y granates y páginas amarillentas. “Quizás tengan los mismos años”, piensas, “y quizás sus páginas procedan de algún árbol como éste”. Reflexionas un momento, observando un antiguo tocón, pensando que algún día el libro será olvidado en algún lugar y entonces vuelva a la tierra, su lugar de origen. Al igual que todo lo que te rodea volverá algún día a ser parte de la madre Naturaleza. Abres el libro y comienzas a leer…mientras muere la tarde.

martes, 18 de agosto de 2009

Breve historia sobre la amistad.


Cuando abrió la puerta sus ojos creyeron ver un espejismo. Hacía años que había decidido no soñar con ese momento. Pero allí estaba ella. Aunque por su piel había pasado el imperdonable paso de la existencia, en sus ojos aún se reflejaba la chispa de antaño, la mirada de aquella pequeña revoltosa e inquieta. En su menteresonaron las últimas palabras pronunciadas por aquella niña ya adolescente:

“Por mucho que pase el tiempo, nuestras almas estarán unidas. Por muy lejos que estemos, miraremos el mismo cielo. Por muchas estaciones que se marchiten, siempre durará nuestra amistad.”

Cecilia había vuelto, con el rostro surcado de arrugas y elcabello plateado; pero era ella después de todo.

-Te he buscado durante años- dijo con su melódica voz, algo áspera por el paso del tiempo.- He de decir que no me ha sido nada fácil encontrarte,como si quisieras que nadie llegara hasta aquí.

Silencio.

-Quizás porque hace tiempo perdí el contacto con el mundo. Después de tu marcha no quise volver a perder a nadie más.

-Sé que fue duro, no tenía más que ponerme en tu lugar. Si hubieses sido tú quien se hubiera ido, seguramente hubiera pasado por lo mismo. Pero no te merecías esto. Tenías que vivir tu vida, hacer nuevas amistades,enamorarte, tener hijos, ir a fiestas…

-Bueno, he tenido varios perros, ¡ah! Y amantes ocasionales.

-Vamos, no me vengas con esas, todos necesitamos calor humano, pero algo más profundo.- respondió Cecilia.

Rostro ensombrecido.

-Eras mi vida, y te fuiste demasiado lejos. Si al menos hubiera podido hablar contigo en alguna ocasión quizás las cosas hubieran sidode otro modo.

-Pues ahora estoy aquí, pero te has perdido demasiadas cosas que no podrás recuperar a estas alturas. –reprendió ella con un brillo extrañoen la mirada.

- No me importa Cecilia, como tú has dicho ahora estás aquí,pero ni siquiera puedo abrazarte.

-Oh! Claro que puedes, he venido a por ti.

-¿Quieres decir…?

-Sí, me han mandado a buscarte, por eso te he encontrado.

-Dime, ¿por qué han pasado los años por ti?

-Al lugar al que vamos los años pasan igual, hasta que undía de repente vuelves a nacer, es un ciclo que se repite ¿sabes? Volveremos a encontrarnos pero en otro lugar y otra apariencia. Aunque claro está, no recordaremos nada de esto. – contestó Cecilia.

Violeta, en un impulso, abrazó a su antigua compañera. No podía creer que aquello estuviera pasando. Aquello que su corazón había deseado tan fervientemente, pero que nunca tuvo el valor de hacer por aquello del pecado y el castigo de Dios. El miedo de no volver a verla nunca jamás.

Cecilia cogió su mano y juntas caminaron hacia el ocaso del sol en aquella tarde de verano.

Cacahuetes

2:05 de la madrugada. Alterada por varias cosas que navegan por mi cabeza no puedo dormir. No es raro. Lo inusual sería tirarme en la cama y caer en brazos de Morfeo al instante. Pero después de todo, en cuanto el sueño acude a mi encuentro puedo levantarme a las tantas y en dos horas volvera caer en mi cama a disfrutar de una siesta. No se si es normal dormir mejor por el día que por la noche pero me ocurre a diario, aunque algún día esporádico consiga mantener un horario de sueño como el del resto de la gente. Pero hoy estoy haciendo algo diferente al resto de las horas de insomnio habituales: Escribir para quizás conseguir cansar mi mente hiperactiva y por unas horas no ser consciente de la opresión permanente en mi pecho, pero esa es otra historia. En muchos años no he sido capaz de escribir una palabra despuésde que los fantasmas enfrentados en cada texto consiguieran ganar la batalla y desesperarme cada noche con el poder de su crueldad. Únicamente he sido capaz de escribir alguna carta de amor ocasional nunca entregada, enterrando así sentimientos que quizás hubieran conseguido alargar agonías y arrepentimientos por descubrir mis debilidades a alguien ajeno. Aunque haya sido capaz de, en ocasiones a traducir alguno de esos pensamientos del corazón oralmente, eso se puede olvidar, se lo puede llevar el viento, pero no quise ser la culpable de un hecho demostrable firmado de mi puñoy letra y que puede quedar como testigo durante mucho tiempo; meses, quizás años. Puede quedar en el recuerdo olvidado en un cajón y al cabo del tiempo ser rescatado y recordado con cariño, pero no me fío del destino e inconscientemente mis relaciones “amorosas” (por llamarlas de algún modo) ,suelen acabar de forma violenta seguramente por mi culpa o porque quizás no encuentro personas que comprendan mi manera de ser, la verdad que bastante complicada y caótica.Mis temporadas de mal humor suelen ser habituales cuando algo altera mi vida,sobretodo relacionado con este tipo de cosas. Estoy convencida de que mi alma se rinde antes de empezar la batalla. Demasiado me cansa luchar por algo que doy por perdido desde el principio o desde que me doy cuenta que doy más que recibo. En momentos de lucidez me decido a armarme de valor y echarle “un par de huevos” pero en seguida se me pasa, no vaya a ser que arriesgue demasiado y luego sufra más consecuencias de las que ya doy por hecho sufriré. Eso si, no me callo, o por lo menos he vuelto a coger el hábito de confesar las cosas mal y pronto para así ahorrarme el campeonato y pasar lo peor casi cuanto antesmejor. Por otra parte, doy por hecho que callarme unos meses es poco tiempo,pero como yo soy de ver las dos caras de la moneda y el perfil, pues mañana me parecerá una eternidad y una exageración innecesaria que NO VOLVERÁ A PASAR NUNCA. Juro que antes de abrir el Word no quería tocar este tema. Es lo que tiene ser impaciente, inquieta y desequilibrada mental. Pero ahora voy a tener un perro y esto se acabó. Bien educado claro, con sus trucos de hacerse el muerto y dar la pata (pero solo conmigo).